LOS SERES HUMANOS VIVIMOS CON UNA SORDERA INTERIOR Y UN MUTISMO DEL CORAZÓN
Estas dos realidades son la raíz de todo lo que nos encierra en nosotros mismos, que nos cierra a Dios y a los demás. En su homilía el Papa Francisco destacó que puede suceder que
La sordera interior se refleja en una larga lista de encierros: en el egoísmo, la indiferencia, el miedo a arriesgarse e involucrarse, el resentimiento, el odio, y la lista podría continuar. Entonces nos encerramos, nos atrincheramos en nosotros mismos y terminamos girando sólo entorno a nuestro yo, nos hacemos sordos a la Palabra de Dios y al grito del prójimo y, por lo tanto, incapaces de dialogar con Dios y con el prójimo”.
Ante esta lejanía, Dios responde con la cercanía de Jesús. Él es el Dios cercano, compasivo, que cuida nuestra vida, que supera toda distancia. Con su cercanía, Jesús sana la sordera y la mudez.