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La delgada línea de la estabilidad económica boliviana

Hace 40 años, Bolivia se hallaba inmersa en una crisis económica parecida a la que Venezuela ha vivido en años recientes. La más grande inflación de su historia, la 30 mayor de la historia humana (183 por ciento mensual), se ensañaba con el país. Sólo pudo ser frenada tres años más tarde. La cotización del dólar se incrementaba día a día y, con ella, las de los productos de primera necesidad. La escasez de harina, aceite, carne, fruta y otros productos claves empezó a cundir.

La consecuente crisis social derivó en movilizaciones y bloqueos cada vez más violentos. La crisis política, en medio de amenazas de guerra civil, sumó hasta el secuestro de propio Presidente de la República por casi 15 horas, el 30 de junio de 1984. Cuando toda aquella catástrofe pudo ser superada, tal cual ha recordado en tiempos recientes más de un analista, la memoria de ese golpe marcó a los bolivianos. La estabilidad económica, marcada especialmente por la estabilidad de los precios, tenía como variables clave la cotización del dólar (tipo de cambio) y el precio de los carburantes. El economista Gonzalo Chávez, por ejemplo, ha definido reiteradamente que “el tipo de cambio es un patrimonio nacional. Desde 1985 nos ayudó a mantener una economía estable. Es responsabilidad del gobierno mantener ese tipo de cambio fijo y sin ningún tipo de amenazas”.

Pese a diversos desmentidos sobre la inminencia de ese riesgo, los fantasmas de una dura crisis empezaron a ser invocados en los últimos años. No sólo influye la crisis venezolana, sino también la galopante inflación y crónica crisis argentina. Y en meses y semanas más recientes, resurgieron aún con más fuerza. La principal alarma fue activada por uno de los más importantes indicadores económicos: la mayor caída de las Reservas Internacionales (RRII) del país. Sonó algo así como la advertencia de que la disponibilidad de recursos del Estado para asumir sus responsabilidades básicas se halla muy, pero muy cerca de su línea límite.

No fue algo abrupto, la demanda hoy está marcada en la urgencia. Los responsables de la economía boliviana lanzan sucesivos desmentidos e informes positivos de un estado de cosas. Son prácticamente las mismas autoridades que han administrado la economía boliviana durante 17 de los últimos 18 años. Y si algo queda claro, cifras mediante, es que no logran frenar aquella caída. Una caída que ha llegado, según más de una evaluación, a la línea que separa la estabilidad del colapso.

Las RRII y su peso

Las RRII las administra el Banco Central de Bolivia (BCB). Se van acumulando en función a la diferencia entre lo que recibe el BCB frente a sus egresos o gastos. En el primer caso, lo hace por concepto de exportaciones de gas natural, minerales y créditos. Entre sus egresos y gastos cuentan, entre otros, el pago de la deuda externa y el subsidio a los combustibles, además de la demanda de dólares y las importaciones. Esa acumulación de reservas se constituye en la garantía de que el país cuenta con las divisas, sobre todo dólares, suficientes para cualquier operación regular, inversiones y hasta gastos urgentes. Por lo tanto, la economía nacional es estable.

Entre 2013 y 2021, los egresos o gastos de las RRII aumentaron pues las autoridades lanzaron diversas inversiones y además aumentaron la plantilla de funcionarios públicos. Pero paralelamente los ingresos de las Reservas Internacionales cayeron, sobre todo, debido a la reducción de las exportaciones de gas. Las RRII, en 2014, llegaron a un récord histórico de 15.122 millones de dólares. Durante tres años fueron las más altas de Sudamérica en relación al Producto Bruto Interno (PIB). Pero luego vino una merma sostenida. Tal es así que en 2021 llegaban a menos de un tercio del récord histórico con sólo 4.752 millones de dólares. En 2022, la bajada sin frenos marcó 3.796 millones de la divisa estadounidense.

En este 2023, un informe “semanal” del BCB señaló hace apenas dos semanas que en enero las RRII bolivianas llegaban a 3.538 millones de dólares. El escenario mostraba lo que varios analistas advierten como un agravante: sólo 372 millones de dólares de ese total estaban en divisas disponibles, o sea, en dólares efectivos. En total 2.582,7 millones, el 73 por ciento, se hallaban en las reservas de oro, y 530,7 millones, 15 por ciento, en Derechos Especiales de Giro (DEG). Prácticamente se habían invertido las proporciones porque el año 2014, 13 mil millones de dólares, el 87 por ciento, se hallaban en dólares en efectivo.

La delgada línea de riesgo

Pero no sólo aquella baja y vuelco de valores motivan la alarma de los entendidos. “Según parámetros internacionales, las RRII deben cubrir al menos tres meses de importaciones – declaró a radio Fides el economista y diputado Miguel Roca-. Si consideramos que las importaciones bolivianas llegaron en 2022 a 13.049 millones de dólares y las dividimos entre 12, tenemos 1.087 millones mensuales. Vale decir que las divisas disponibles de inmediato no alcanzan ni para un mes”. Aquellos parámetros también señalan que las RRII deben igualmente ser capaces de cubrir dos meses de deuda externa a corto plazo. Y la deuda externa, para variar, también creció marcadamente en los últimos años.

“La evolución de la deuda externa pública muestra que ha crecido sin freno desde 2007, lo ha hecho en valores absolutos y relativos -ha escrito para La Razón el economista Fernando Torrejón Flores-. En valores absolutos, entre 2007 y septiembre de 2022, ha pasado de 2.208 millones de dólares a 13.121 millones, lo que supone que la deuda actual sextuplica la de 2007. En términos relativos, se ha incrementado de 16,7 por ciento del PIB a más del 30 por ciento del PIB (datos del BCB). Asimismo, ha ido creciendo a una tasa media anual del 13 por ciento, y a nivel per cápita ha trepado de 227 dólares a 1.085 por habitante”. Según datos del Banco Central, el pago de la deuda externa pasó de 278 millones de dólares, en 2013, a 829 millones en 2021. En el primer semestre de 2022, el gasto en este servicio fue de 448,4 millones de la divisa estadounidense.

Torrejón realizó su análisis basado en la coyuntura internacional y recomendaciones de organismos especializados. Refuta la postura de las autoridades de que la deuda resulta sostenible si es menor al 60 por ciento del PIB. Luego concluye  que se prevé para Bolivia un achicamiento del límite máximo permitido de deuda externa cuyo techo estaría por debajo del 39 por ciento del PIB. Finalmente, el analista añade: “El continuo y constante crecimiento de la deuda externa y la caída de su límite máximo permitido, aumenta la probabilidad de que sea insostenible. En consecuencia, no parece buena la idea del Ministerio de Economía de incrementar aún más la deuda (1.000 millones  de dólares en bonos del Estado) porque ello llevaría al país al borde de una crisis similar a la ocurrida en los años 80 (…). Por ello conviene que la sociedad civil, los actores económicos y políticos (del Gobierno o de la oposición) eviten que el Gobierno siga con su política desenfrenada e insostenible de endeudamiento externo”.

Inversiones fallidas

Quien tenga esperanzas en que las inversiones realizadas con las RRII en tiempos de abundancia podrían traer algún retorno, a estas alturas resulta demasiado optimista. De aquellos 15 mil y más millones de dólares, entre otras inversiones, 1.300 millones fueron destinados, en 2014, para la explotación de litio. Otros 2.700 millones se apostaron a exploración petrolera y generación de electricidad. Igualmente 250 millones respaldaron la planta azucarera de San Buenaventura.  En total, según los informes del BCB, el saldo de la deuda pública de las Empresas Públicas Nacionales Estratégicas llega a 5.273 millones de dólares. Ninguna, por ahora, reditúa retornos que hayan apuntalado notoriamente las Reservas Internacionales.

Sin gas ni gasolina

La otra sangría de las RRII se halla asociada a un factor marcadamente estratégico como son los hidrocarburos. “El año 2014, Bolivia exportaba 6.592 millones de dólares por gas natural -recordó en su foro virtual Gonzalo Chávez-. Recibíamos por ingresos de esas exportaciones 3.535 millones de dólares de ingresos fiscales. En 2022, esas exportaciones se redujeron a un tercio, 2.972 millones. Los ingresos tributarios cayeron 64 por ciento, es decir, 1.263 millones. Entonces se produjo un agujero fiscal porque no se pudo conseguir los ingresos de sector tributario, el Gobierno gastó desde 2014 más de 11 mil millones de dólares”.

Chávez remarca una paradoja de la nueva alza de exportaciones récord que se produjo en 2022. Las autoridades informaron que las exportaciones llegaron a 13.586 millones de dólares. Pero esas exportaciones provienen de sectores que tributan menos de lo que tributaban las exportaciones de gas. Actualmente, el 44 por ciento de las exportaciones radica en los minerales y, específicamente, el 22 por ciento son las provenientes de la explotación de oro, 3.003 millones de dólares. Sin embargo, la fórmula de la explotación de gas del tiempo de la Nacionalización de los hidrocarburos era radicalmente distinta a la actual del oro.

“Establecía que el 82 por ciento de los recursos obtenidos se iban al Estado y el 18 por ciento para las empresas transnacionales -recuerda Chávez-. Decían: ‘Revertimos la fórmula que en el pasado era neoliberal, que era al revés y dejaba a Bolivia sólo el 18 por ciento y el resto se lo llevaban las transnacionales. Pero hoy, en el sector oro, el 98 por ciento se lo llevan los cooperativistas mineros, las empresas chinas o colombianas que producen por ahí. Y sólo dejan el 2 por ciento para los bolivianos. Entonces, si bien las exportaciones aumentaron mucho, esas exportaciones no le dan los mismos niveles de ingreso al Estado porque las estructuras tributarias de sectores como el agroindustrial y el minero son mucho más bajas. Y eso genera parte del desequilibrio”.

Otro tema hidrocarburífero también ha afectado a las RRII. A medida que Bolivia empezó a experimentar la baja en su producción de gas fue incrementando sus siempre deficitarias importaciones de gasolina y diésel. En 2022, ese gasto llegó a 1.700 millones de dólares y buena parte de esa factura corrió a cargo de las RRII. Lo propio, al haber bajado las recaudaciones fiscales, ha sucedido con el funcionamiento del aparato estatal que suma 21 mil millones de dólares (7.500 millones en salarios) y un déficit del 7,2 por ciento. El salto producido en este rubro va de 2.970 millones de dólares en 2006 a los mencionados 21 mil millones en 2022. Los salarios hace 17 años implicaban 1.100 millones.

Vecinos gasíferos

Y por si alguien guardase esperanzas en una vigencia atenuada de la era del gas, Miguel Roca recuerda el escenario actual: “En 2006, teníamos 21 TCF (Trillones de Pies Cúbicos) de reservas, hoy sólo quedan tres. Mientras, nuestros dos principales importadores han cambiado su situación. Argentina tiene, en Vaca Muerta, entre 500 y 800 TCF, y Brasil, en el Presal, cuenta con 300 TCF, es decir, 100 veces más”.

En ese marco, en semanas recientes, las autoridades bolivianas tomaron diversas iniciativas para paliar la baja de las RRII. Entre ellas, suman una especie de bono a las remesas, la ley para vender oro y la oferta de un dólar más alto a los exportadores. Los analistas calificaron dichas medidas como “paliativos” o “parches” que “ayudan, pero no solucionan el problema”. El llamado a un cambio de modelo económico junto a otras medidas de coyuntura lanzadas desde diversos ángulos se volvió reiterativo. Y en medio de las bocanadas de aire también los analistas han coincidido en que la posibilidad de que se desate un proceso hiper inflacionario resulta remota. Ello porque ni técnica ni políticamente le serían útiles al Gobierno ni a la propia economía boliviana debido a su limitada estructura exportadora.

Así, al menos, uno de los fantasmas del pasado parece estar conjurado ahí en la línea crítica de la estabilidad económica boliviana. Sin embargo, ello no significa que los otros, si acentúa el avance al límite crítico no reaparezcan más que amenazantes.

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