Es la frase que el papa Francisco repitió tres veces durante su homilía del domingo 1 de octubre, cuando hablo de la historia de un papá que manda trabajar a dos de sus hijos en su viña.
El primer hijo representa a los corruptos, es el que dice “sí”, pero luego no va. Es el hijo que no quiere hacer la voluntad del padre, pero tampoco quiere ponerse a discutir y hablar.
El problema de un hombre que se comporta así es que no es solo un pecador, sino también un corrupto, porque miente sin problemas para cubrir y camuflar su desobediencia, sin aceptar algún dialogo, o enfrentamiento honesto.
Es el hijo hipócrita que se esconde detrás de un “sí”, detrás de un falso asenso, que esconde su pereza y por el momento le salva la cara.
Ese tipo de personas se escabullen sin conflictos, pero engañan y desilusionan a su padre, faltándole el respeto de peor forma de lo que habría hecho un franco “no””.
El falso si, es aparentemente elegantes pero hipócritas y sus ficciones convertidas en habito son como un grueso “muro de goma”, detrás del cual se resguarda de la voz de la conciencia”.
Las preguntas para cada uno son:
- ¿Somos sinceros en el enfrentarme con Dios sobre mis dificultades, mis caídas, mis fragilidades?
- ¿Cuándo me equivoco, estoy dispuesto a arrepentirme y a regresar sobre mis pasos?
- ¿O hago como el hipócrita, como si nada y vivo llevando una máscara, preocupándome solo en aparecer como bueno y correcto?
- En definitiva, soy un pecador, como todos, ¿o hay en mi algo de corrupto?